Ángeles de la Muerte

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Cuento : Agustín González

«Fuimos elegidos porque no hacemos preguntas, solo aceptamos el dinero y hacemos el trabajo. Dejo de fijarme en mi arma y miro hacia el resto del helicóptero, solo logro ver máscaras, ninguna cara. Comienzo a entender la magnitud de nuestro «trabajo» al ver qué tipo de armamento ha sido entregado a todos. Por profesionales que digan ser, ellos se delatan como principiantes, eligen su arma solo por potencia. Yo estoy bien con mi MP5, es ligera y rápida. Ya pasamos la última montaña y el espectáculo nos sonríe. Santiago se alzaba tal como le recordaba…Nos acercamos más y veo algo que me hizo cambiar de opinión respecto a mis recuerdos: las luces eran de incendios, no de las casas. ¿Nos están enviando a un incendio?- preguntó uno de mis compañeros. Sonreí para mostrar confianza, pero tenia razón, no éramos bomberos, y en nuestra profesión, no había tiempo para bromas. Entre que todos miraban el paisaje nocturno, se encendió una luz azul en la cabina, y comenzó a escucharse por la radio: «Muy bien, ustedes son el equipo Z, su deber es rescatar a los científicos sobrevivientes, y matar a todo otro civil, militar o paco que los vea. «Ahí los otros helicópteros se separaron, pues a cada uno le dieron una orden distinta. Nos detuvimos sobre la Alameda, tiramos las cuerdas, y bajamos. Una vez que las cuerdas cayeron desde el helicóptero, nuestra condena al infierno fue consolidada. Toqué el suelo y un paco se acercó para decirme:

– Mayor Munita, de la comisaria de aquí al lao, ¿tu…?

– Sergio Valdez, comando del ejército -Mentí-

– No sé si sabí que cresta, pero dispara nomás, que no son personas…

Con su ayuda matamos al menos a unos 60. Todos los enviados nos miramos a los ojos, nos habían ayudado… y no les dijimos nuestra identidad. Pero uno, quien reveló estar al mando, nos recordó por qué nos contrataron a nosotros. Disparamos y matamos a quienes nos ayudaron a vivir. Tomamos sus vehículos y buscamos a algún científico. Decidimos llamarnos por números, para no crear sentimientos entre nosotros, pero eso no evitó la eventual conversación.

– Conchemimadre, yo parece que no quiero más la plata, esto es suicidio- dijo 5.

Eso rompió el silencio, y todos dieron su opinión. El carro se volcó, entraron unos tentáculos y comenzaron a comerse a los demás… Yo salí corriendo, y solo 3 de los 12 que éramos me siguieron, 5, 8, y 4. Yo era 9. Pronto, 8 ve a un grupo de civiles conversando. Entre ellos, hay un perro, o algo que fue un perro. También hay 2 niños entre ellos. 8 tomó su rifle de francotirador, apuntó y…. 5 y yo lo detuvimos, y le explique cómo aún no nos habían visto, que no era necesario matarlos.

– Ahora no podremos despegarnos de ellos- dijo 8. Podremos seguirlos, y ver si encuentran científicos, con ese perro suyo van a sobrevivir- agregó.

– Pero apenas nos vean, los matamos – dije, sin ganas de hacerlo.

Así, pasamos a ser su protección y su mayor amenaza, a la vez. Éramos ángeles guardianes, como dijo 4. Aunque era un poco cierto, creo que somos más como ángeles de la muerte.»

 

Angeles de la Muerte

Ilustración : Danae Alvarez
 

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