De pescadores, toninas, mariscales y bestias

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Por Leonardo Montenegro Toro

Asistencia histórica por Braulio Leiva Aguayo

 

03:52 horas, playa San Mateo, Valparaíso

Unas 30 personas desesperadas reunidas… asustadas y perplejas

«Y las bestias ascendieron de los infiernos… y el pecado ha sido dejado sobre la tierra… alzad las manos conmigo… la cabeza de Cristo se mantendrá en alto…»

Pancho Gómez miró al cura y de repente se dio cuenta que lo que sucedía… de lo bizarro de la situación… no era solamente impresionante, sino que escalofriantemente real. Pancho, con apenas 11 años, ya trabajaba con su padre y este le había mostrado y dicho muchas cosas de la vida, según como él la entendía… en este momento, a Pancho le resultaba difícil encontrar consejos útiles entre esos recuerdos. Pancho Gómez y su padre eran pescadores artesanales, personas muy esforzadas y resistentes, al igual que conservadoras, supersticiosas y religiosas… pero no había base para comprender lo que pasaba.

En Valparaíso hay muchas iglesias y leyendas… la iglesia La Matriz es una de las más antiguas e históricas de la ciudad, donde cada año la cabeza del Cristo de la iglesia se cae un poco y mira cada vez más abajo. El cura que había reunido a la gente era el titular de dicha Iglesia y de alguna manera su preocupación no venía solo por el apocalipsis que vivía la ciudad… la cabeza del Cristo de la Iglesia había caído notablemente… pendía prácticamente de un hilo. Cuenta la leyenda de que cuando la cabeza de la estatua se caiga, llegará el fin del mundo.

Pancho recordó: «Las personas de fe no mienten…» pero para la imagen de lo que había acontecido en los últimos días, era imposible que ni el sacerdote pudiera decir la verdad. Y al mismo tiempo, lo que decía el sacerdote decía podía ser plausible para comprender todo… en cualquier caso, para lo que estaba pasando, no había forma de estar preparado.

«Si nos mantenemos unidos… Si nos encomenda… AAAAAAAARRRHHHHHHHHJJJJJJJJ!!!!!» – gritó el cura – mientras una enorme bestia de al menos 20 metros de alto salía del mar y enterraba su enorme cuerno en el pecho del cura. La sangre saltaba a borbotones y la imagen congeló la sangre de Pancho…

Mientras la desesperación nuevamente embargaba a Pancho, recordó: «Nunca te detengas… «. Y así, corrió, corrió y corrió cerro arriba, hacia Playa Ancha. Tras él, venían algunas de las otras personas reunidas de la playa, pero ya daba lo mismo… cada uno estaba tratando de escapar y sobrevivir, nadie podía preocuparse del otro… el caos había vuelto. Más lejos aún, podían escucharse los gritos desesperados de la bestia, que tal vez pedía vidas en su propio idioma… los gritos eran tan impresionantes, que Pancho hasta tenía la impresión de que podía ver colores, recuerdos, rayos, imágenes perdidas y sentía como si la bestia estuviera directamente sobre su espalda.

Toda la ciudad estaba sumida en el caos. No había energía ni luz artificial disponible de ninguna especie. Las casas, departamentos y calles estaban todas obscuras… entre el caos, era imposible saber si estaba nublado o no había luna… nadie sabía siquiera si habían estrellas. Y entremedio del miedo que provocaba circular por un ambiente así, Pancho siguió corriendo, sin prestar ya demasiada atención a nada de lo que le rodeaba. Lo único que le importaba era seguir escapando… dejar atrás al monstruo y de alguna manera saber qué hacer o adonde ir.

Mientras tanto, en la playa la gran bestia se movía de un lado a otro… seguía provocando mucho terror con sus constantes gritos y con todo aquello que tuviera a su disposición. Continuaba paciente… siguiendo el patrón hasta que pudo asegurarse de que todos los seres cercanos habían huido. Claramente, esperaba encontrarse con algo o alguien… tenía un objetivo.

De repente, comenzó a oírse una fanfarria horripilante… de entre los mares surgieron muchísimas sombras reunidas bajo el agua. Ruidos ininteligibles comenzaron a surgir en el ambiente. Cuando estuvieron cerca de la orilla, las sombras se transformaron en siluetas y finalmente salió un gran contingente de Toninas, armadas hasta los dientes. La gran bestia se hincó sobre una pierna e indicó en su propio idioma a quien parecía ser el líder del grupo: «La playa está tomada y limpia».

El Mariscal Tueerq de las Toninas Reales había llegado. Pancho escuchó a lo lejos un grito más terrible aún, que en el idioma de las personas se hubiera entendido como: «GOOOOOOOOOOOOMEEEEEEEEEEEEEEEEEEZZZZZ!»

 

Arte Cato Cura: Katherine Milla

Arte Pepe Cura: Jose Luis Ortega