CAPITULO 1 : 00:00:00:00

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La sirena sobre la puerta del búnker indicaba que el contador digital daba término al periodo de claustro ante la radiación nuclear del exterior. El refugio anti bombas diseñado para soportar por meses un evento de esa magnitud abría al en su puerta principal y una extraña luz verde claro entraba dando un tono surrealista a la cara de dos asustados niños en su interior. La mica transparente de los trajes anti-radiación dejaban ver los rostros de un niño y a una niña, los cuales asomados en una esquina se preparaban a reaccionar frente a cualquier eventualidad posible.

-Tenemos que seguir con el plan… estoy “calao” de miedo, pero no nos queda otra- comentó Luka, a lo que Lora con firmeza asintió asomando una sonrisa nerviosa y, caminando con dificultad, atravesó la barricada doble que habían construido con literas y muebles del refugio. El traje anti radiación que usaban no estaba pensado para niños y tuvieron que acondicionarlo, quedando mucho más incómodo y dificultando su avanzar.

Ambos chicos caminaron cautelosamente por el pasillo hacia la puerta. Lora tenía en sus manos fierros pulidos a modo de espadas, con mangos de bicicletas elípticas y Luka un martillo fabricado con tarros de conservas aplastados y amarrados con alambres. Ambos cargaban mochilas con agua y víveres. Sentían miedo ante el silencio y la extraña coloración del ambiente exterior y estaban confundidos pues esperaban ser atacados por algo que los molestó golpeando la puerta del búnker durante todas las noches de encierro.

-Deja cachar que onda en la salida– exclamó Lora mientras avanzaba y miraba hacia atrás a Luka.

-¡Nah! Vamos juntos… – sentenció Luka haciéndose el valiente y escondiéndose de igual forma tras de Lora mientras avanzaban.
-¡Mamón! – exclamó riendo Lora.

En un arranque demostrativo, Luka corrió hacia la salida ante los ojos asombrados de Lora. Separó firme fuera de la salida con el martillo a dos manos y, sudando del nerviosismo, hizo un gesto poderoso con sus brazos, demostrando la victoria de haber sido el primero en salir. El gesto fue perdiendo fuerza, pues a medida que veían el entorno, el asombro y extrañeza les congelaba el movimiento. Lora se adelanto y Luka tomándola del brazo la retuvo.

El patio del colegio estaba directamente a la salida del refugio. El hedor a carne podrida era penetrante y los cadáveres se esparcían de manera irregular en el lugar y estaban casi en los huesos. Algunos cuerpos seguían moviéndose, provocando sonidos extraños y en algunos casos la forma humana había desaparecido casi por completo. Una garúa mantenía todo humedecido y hacía que desde el suelo se elevara un vapor verdoso claro. Todo estaba carcomido y deformado.

De repente cesó de lloviznar y el sol se abrió paso entre las nubes.

Lora casi ni pestañeaba mientras miraba todo a su alrededor. No estaba asustada sino curiosa y a paso firme caminaba por el pasillo hacia la salida del colegio. Observaba las paredes corroídas por la lluvia ácida y los grafitis y dibujos en los muros del colegio, pareciera que hace tiempo las hubieran hecho. Luka en cambio, se apegaba a las murallas y miraba hacia atrás y hacia delante furtivamente mientras llamaba a Lora con silbidos y gestos desesperados.

-Oye, Lora… hey péscame poh… pifff piffffffff- y mientras más empeño hacía más se empañaba la máscara del traje anti radiación. – Por la cresta no me saco la máscara ni loco… me puedo intoxicar – Comprendió que Lora no lo podría escuchar a causa de las máscaras

Mientras avanzaba precavidamente Luka vio con horror que Lora se sacaba la máscara del traje despreocupadamente, y que lentamente giraba a verlo y su rostro cambiaba a una expresión de desesperación. Sus ojos se adormecían y llevaba sus manos a la garganta mientras se apoyaba en una banca cerca de la salida del colegio.

-Nooooooooo… el aire es tóxico y no alcancé a decirle – exclamó mientras corría hacia ella. Tropezó una vez y rápidamente se incorporó y cojeando intentó ayudar a su amiga.

De repente la expresión de Lora fue cambiando paulatinamente a una risa burlona y terminó en una carcajada mientras se agarraba el abdomen y miraba a su amigo. Luka, amurrado se sentó en el suelo con las piernas y los brazos cruzados, se sacó la máscara y gorro y mirando a Lora comenzó a remedarla.

-Güena ah… güena güena, tírate la otra… y yo el muy pelota súper preocupao – habló Luka mientras movía la cabeza negativamente y se preparaba para aplicar “la mirada de la indiferencia”.

-Pero “ñiño”, cómo no me iba a sacar la máscara si por allá andan locos corriendo felices y relajados…- comentó Lora y apuntando hacia un par de cuadras fuera del colegio le mostró a Luka una agrupación de personas que iban y venían. Se acercó a Luka y lo levantó, le palmoteó el trasero y lo instó a seguirla. Luka se rindió.

Ambos corrieron en dirección a la turba, esperanzados en que podrían saber que ocurría en el lugar. El sonido se volvía cada vez más claro y terrible, sirenas, aullidos y gritos poco comunes llenaban las calles. Antes de llegar se escondieron por precaución y con asombro se dieron cuenta que eran espectadores de una barbarie. Se llevaba a cabo una protesta, la cual enfrentaba a las fuerzas públicas contra encapuchados. Los carros lanza aguas, camionetas y otros vehículos policiales nada podían hacer contra el bando contrario, el cual mostraba una agilidad nunca antes vista saltando sobre los vehículos.

-Ese loco saltó terrible de alto- comentó Lora – ¿Oye Luka y se puede hacer eso? Preguntó Lora, mientras golpeaba el hombro de Luka insistentemente.

Luka había caído en la cuenta. Su rostro se llenaba de un terror que nunca pensó sentir. Analizaba los movimientos, la forma de los cuerpos, las deformaciones y reacciones. Comenzó a mirar hacia todos lados buscando un punto de escape.

En ese instante los vehículos policiales se detuvieron y desde dentro salieron los carabineros. Sus cuerpos comenzaron a deformarse y a crecer desproporcionadamente. Algunos hincharon sus manos como martillos y golpearon a los encapuchados, otros se transformaron en verdaderas murallas humanas avanzando y destruyendo todo a su paso. La velocidad y crudeza de los combates eran de temer, los enfrentamientos no terminaban por mucho castigo y fuerza aplicados.

Los encapuchados no se quedaron atrás. El líder encendió sus manos con unas llamaradas verdes, concentró el líquido inflamable y lanzó sendas bolas de fuego hacia los vehículos que explosionaron frente a todos, enviando al suelo con una fuerte caída a carabineros y encapuchados. Algunos de ellos en llamas, sin brazos y mutando en el lugar se levantaron como si nada y siguieron en combate.

-Toy clara de que eso no es normal – exclamó Lora con desesperación mientras veía que se acercaba una cabeza rodando hacia ella. No se pudo controlar y dio un grito agudo y largo.

-¿Qué pasó todo este tiempo? – exclamó Luka mientras miraba horrorizado a la cabeza suelta intentando morderlo – ¡Chutas son puros zombis! – exclamó completamente convencido.

-Un encapuchado se detuvo y miro a los niños a lo lejos. Sus ojos cambiaron de color rojo a un amarillo verdoso y emitiendo un alarido impresionante llamó la atención de todos en la protesta. Absolutamente todos los zombis mutantes del lugar miraron al par de críos y lentamente caminaron hacia ellos. Los carabineros fueron a trote y algunos encapuchados saltando y corriendo por los techos de las casas. La turba aumentaba la velocidad y entre alaridos y gruñidos se encaminaba a atacar a los niños.

-¡Muévete poh!- dijo Lora mientras meneaba a Luka quien seguía mirando hacia una dirección de escape que no encontraba.

Corrieron sin rumbo, mientras se sacaban el traje anti radiación y tropezaban con todo. Luka jadeaba de cansado y Lora tomaba de su mano para llevarlo hacia la calle que creyeron segura. Tomaban sus armas con firmeza preparándose ante todo.

Los zombis los rodearon. No había esperanza.

Sorpresivamente se escuchó una bocina y de una esquina de la calle se vio aparecer un bus del Transantiago recorrido 413. La máquina estaba completamente acondicionada para cortar, arrasar y destruir todo a su paso, con mallas en las ventanas y fierros cortantes laterales delanteros y traseros. La masacre de zombis fue impresionante. El vehículo avanzaba y retrocedía con unas maniobras únicas aprovechando al máximo la velocidad para abatir a los mutantes.

Repentinamente y en medio del caos el bus quedo al lado de los niños, se abrieron las puertas y el chofer gritó.

-¿Qué esperan el par de cabros chicos que no suben?

CONTINUARÁ…

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