PseudoControl

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Cuento : Francisco Pino Saéz

El soldado enfocaba los binoculares y trataba de tener la mejor visión respecto al desastre a contener. Mantener el equilibrio desde un helicóptero de combate y en plena táctica de ataque suele ser bastante complejo.

– Cuadrantes 3, 4 y 5 repletos de infestados, confirmando blanco en 3… 2… 1… – Informó el observador desde la plataforma de la nave, a lo que los otros helicópteros respondieron con un afirmativo general.

El piloto presiona el gatillo liberando la carga de los lanzacohetes, los cuales siguen blancos térmicos de múltiples formas y colores.
El bombardeo al Zoológico Metropolitano había comenzado.

El desastre nuclear, desde sus inicios, había causado estragos que superaban parámetros tradicionales de contaminación radioactiva. Luego de horas del accidente, las autoridades estatales, fuerzas públicas y grupos militares, inconscientes de los resultados, aplicaron planes de contingencia que rozaban en la brutalidad y la falta de estrategia.

La arrogancia había dominado a las fuerzas públicas.

Los científicos informaron en primera instancia de posibles mutaciones causadas por la radiación, basaron apreciaciones en estudios de especímenes frescos en laboratorios, capturados por militares en zonas clausuradas. Se llenaron informes perfectos en documentos de investigación que cumplían con todas la expectativas. Al segundo mes estaba todo bajo control.

Todo se desenvolvía sin novedad.

La regeneración espontanea de vida en cuerpos inanimados estaba relacionado directamente con la mutación, y eso había quedado claro desde los primeros estudios, generando el timbre final como investigación cerrada. Los vertederos de cadáveres radioactivos ardían en las tardes mientras la milicia hacía operación rastrillo por las comunas. Los especímenes de estudio quedaron almacenados en los laboratorios gubernamentales.

Nuestros científicos destacaban por sus investigaciones, estaban conformes.

Pero apareció un factor no considerado en todos los estudios. Los cuerpos mutados muertos seguían cambiando en un pseudo estado de hibernación, variando la información genética y tomando la muerte como un almacenamiento de datos a superar en una futura regeneración. La muerte no era un factor limitante en la evolución y mutación en base a radiación. En las morgues, laboratorios, vertederos y callejones de Santiago una nueva forma de vida se estaba gestando.

Y ese fue el caso extraordinario acontecido con los animales del Zoológico de Santiago, los cuales, después de la carga de radioactividad, entraron en estados de crisálida posterior a la fusión entre especies.

Helicópteros militares sobrevolaban el cerro San Cristóbal ante los extraños acontecimientos comentados por los científicos.
No sería una visita diplomática.

Los misiles buscaban los blancos calóricos, los cuales repentinamente se enfriaban y hacían que los proyectiles colisionaran entre ellos o en los vehículos de los científicos que escapaban entre la masacre. Las bestias mutantes se escondían entre la vegetación, esperaban el momento para defender su territorio.

Repentinamente entre el tiroteo de las tropas terrestres y la confusión de las explosiones, el helicóptero fue abordado por un oso polar alado, el cual sacó a sus tripulantes y luego lanzó la máquina hacia las faldas del cerro. En la calle Pio Nono las tanquetas de fuerzas especiales fueron envestidas por búfalos de tres metros de alto con corazas de piel de cocodrilo y colas con puntas. La fauna en el cerro era un mundo completamente nuevo, una jungla impenetrable que arrasaría con las fuerzas públicas de toda la zona.

Esa fue la punta del iceberg, pues todos esos “fiambres” olvidados renacieron a una segunda oportunidad. Primero cayeron las grandes mentes del gobierno, saboteadas por zombis mutantes desde las morgues del laboratorio gubernamental. Luego las fuerzas públicas fueron masacradas por monstruos renacidos en los vertederos, zoológicos y cementerios. La paz instaurada dos meses después del accidente nuclear se vio destruida por un nuevo orden.

Los animales siguen mutando, creando colonias en cerros colindantes y demostrando que la naturaleza instintiva sigue.
Los sobrevivientes mantienen la lucha, crean estrategias para organizarse y comprenden que la única manera de mantenerse con vida es dejando de lado todo aquello que frena la naturaleza y la capacidad constructiva innata del ser humano.

 

Pseudocontrol

Ilustración : Catalina Tonacca
 

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